Todos somos pasajeros, sin excepción. También pasajeros de la lluvia. Entendiendo esto último como escollo, obstáculo necesario para seguir, continuar, ya que sin obstáculos, sin lucha, la vida no es posible. Así como el universo está en continuo movimiento, en permanente expansión, también nuestra vida, pequeñita, precaria, trascendental para nosotros y nuestro entorno, pero ínfima para el mapa del cielo que nunca lograremos conocer.
La vida que nos toca vivir en la vida, con arideces, alegrías, superficialidades, cálida, brumosa o desaforada, no es sino un tránsito de un lugar a otro, un recorrido más o menos largo en medio de la lluvia, en medio de los escollos, en medio de los obstáculos. No es extraño que cuando creemos estar en calma, un grupo de nubes negras crezca y avancen por el hombro, con ese olor a tierra húmeda que algo anuncia: lluvia
Y de todo esto se trata el magnífico libro de Edmundo Retana: “Pasajero de la lluvia”. Un hombre parecido a todos, atraviesa las páginas de la vida, enfrentándose a pequeñas batallas cotidianas, que el hombre de a pie debe librar, y en lo posible, salir airoso, aún preservando luego de la batalla, el pelo chamuscado por las llamas del amor; la mirada triste y compasiva por el derrotado, la alegría profunda de una victoria obtenida sólo a golpe de justicia. Se puede ser un pasajero oscuro o luminoso, sencillo o grandilocuente. Retana es un pasajero humilde, sencillo y profundo; sabe dónde está el otro, el prójimo, y al respetarlo, edifica paralelamente una doble concepción humana: le da altura a lo que muchos poetas ni siquiera registran: la estatura del hombre, la verdadera dimensión del hombre enfrentado a su destino. Y con magistral humildad le dice al otro:”Solo espero una señal/un oscuro sonido/desde tu alma/para que todo recobre/los bordes últimos/y la luminosidad/cubra la tierra”. Y acaso no se trata de eso? Como poeta o como hombre, no es acaso nuestro destino, atravesar la lluvia como eternos pasajeros, hasta que la luminosidad cubra la tierra?. Edmundo Retana ya lo sabe, y se lo devuelve al lector con la sencillez de un poeta verdadero. |