Los que a instancias del oscuro
suben a los andamios
y justifican en las torres del cielo
su magro salario.
Los que sabiendo de antemano
que perderán, incluso la vida,
asumen su descontento
y se revelan,
marchan por las calles,
se golpean el vientre,
y llenan carteles
con las consignas de la sangre.
Los que a pesar del miedo
la falta de fe
la globalización
y la incertidumbre
siguen creyendo en las razones
del corazón
el amor eterno
y los absolutos.
Los que cegados por la luz
de la incomprensión
siguen sembrando margaritas.
Los que fueron golpeados
por el trueno y las llamas
y no dejan de dar
de comer a las palomas.
Los que hacen plazas
con hamacas
donde estallaron las bombas.
Los que sacuden el polvo
de las mesas abandonadas
y ponen el mantel y 100 cubiertos.
Los que lavan las banderas.
( aunque el protocolo diga lo contrario )
Los que se cagan en los protocolos.
Los que se casan 17 veces
para perpetuar el amor.
Los que resisten la picana
el plantón
el submarino
y vueltos a la vida
se reciben de maestros
y levantan una escuela.
Los que a pesar
de la sordera universal
construyen instrumentos.
Los que creen que el mar
se dobla como un pañuelo.
Los que creen que es posible
pintar estrellas en el cielo remoto.
Los que creen que el cielo
no es tan remoto
y se puede tocar, en ocasiones
extraordinarias, con la mano.
Los que aman demasiado
y en vez de adoptar
niños vietnamitas
se van a los suburbios
a trabajar con los sin cielo.
Los que construyen barcos
en el desierto.
Los que dibujan pájaros
en la cárcel.
Los que sueñan volar
como los pájaros.
Los que sueñan.
Los que tienen la cabeza
llena de pájaros.
Los que tienen pájaros
en la cabeza.
Los que consideran las arrugas
de la piel, condecoraciones.
Los que lloran cada vez
que muere un anciano
porque entonces se incendia
otra biblioteca.
Los que abandonan
el confort y las estufas
y en pleno ataque de asma
se marchan a la selva
para cambiarlo todo.
Para cambiarlo todo.
Para cambiarlo. |