El tío Ezra tenía razón:
no se puede construir una casa
con usura
ni un país
ni una calle cualquiera
que nos lleve a los labios
tibios del amor.
Mucho menos se puede respirar
con usura
o andar ligero de ropa
por el aire.
No se puede mirar el cielo
con usura
no se puede contemplar
las olas rompiendo
en los espigones
de la infancia,
ni temblar de alegría
con el trinar amarillo
de un pájaro,
no se puede respirar este aire
frío ni tocar la nieve
ni sentarse una tarde
de otoño sobre la falda
del atardecer
y contarle al hijo
que el viento ahora
se ha escondido
entre la cabellera revuelta
de aquel árbol
y que las estrellas
son lámparas que encienden
los duendes en el cielo.
Con usura no se puede
respirar,
ni acariciar, ni sentir
en el pecho, justo
a ras de piel,
el latido del alba
tan pequeña y tibia
asomando en las ventanas,
en los pliegues diminutos de tu cuarto.
El tío Ezra tenía razón:
no se puede construir una casa
con usura
ni un cielo ni una bandera
ni unos ojos que miren
ni unos ojos que al mirar
vislumbren
aunque sea por instantes,
el expectante rostro
del futuro. |