A dónde van las manzanas
en estos días
que no pasa por la casa
el afilador, ni las cebollas,
austeras, lloran lentamente
su canto premonitorio.
Sin embargo la vida estalla
en los mercados, codo a codo,
donde el pregón de los madrugones
remata con dulce alegoría
las joyas relucientes del suelo.
En los suburbios de mis ojos
guardo un rumor de lluvia
un latido,
el resplandor dorado
del emperador de las mañanas,
y botellas agradecidas
en los armarios infantiles,
bajo un cielo azul pintado
con guirnaldas y tinta china. |